La reciente implementación de la “cartera digital” en España, destinada a controlar el acceso de los menores a la pornografía, ha generado un gran debate. En mi opinión, esta medida, aunque bien intencionada, es solo un primer paso y no aborda los problemas más profundos.
La ley busca proteger a los menores de acceder a contenidos pornográficos violentos y sexistas. Implementar un sistema de verificación de edad es crucial para limitar el acceso a estos contenidos y es un avance necesario en la protección de nuestra juventud. Este sistema puede ser una barrera efectiva contra la exposición temprana a materiales inapropiados, ofreciendo un entorno más seguro para los menores en la web. Sin embargo, los menores a menudo no buscan activamente estos materiales; los encuentran a través de plataformas de mensajería, juegos y redes sociales como WhatsApp, Discord y Telegram. Esta exposición temprana puede tener graves consecuencias, normalizando la violencia y distorsionando su percepción de la sexualidad.
La omnipresente hipersexualización se infiltra en todos los aspectos de la vida de nuestra infancia. Desde el uso extendido de redes sociales, que ha aumentado desde la pandemia, hasta la influencia de influencers pagados por marcas, y algoritmos que alimentan la preocupación por la apariencia física.
En plataformas como Wattpad, los jóvenes están expuestos a literatura juvenil romántica que muchas veces retrata relaciones insanas, hipersexualidad y dinámicas de poder cuestionables, afectando su comprensión de las relaciones personales. Esta corriente literaria captura la imaginación de millones de jóvenes, algunos con apenas 12 años de edad, planteando serios interrogantes sobre el impacto que puede tener en la conformación de su entendimiento sobre las relaciones personales.
Además, productos cosméticos dirigidos a niñas de entre 8 y 12 años, alentadas por sus progenitores, muestran cómo la industria de la belleza explota la inseguridad de los menores. Influencers que comparten sus rutinas de belleza en vídeos “Get Ready With Me” (GRWM) perpetúan problemas de salud mental y trastornos alimentarios, añadiendo una enorme presión estética sobre los jóvenes. Las “sexygrammers” en redes sociales promueven un estilo de vida centrado en la juerga, la sexualización y la apariencia física, mientras que las series hipersexualizadas, la música con letras explícitas y los videoclips cargados de contenido sexual moldean la percepción infantil y juvenil.
Incluso los videojuegos y la publicidad nos hablan de sexo para vendernos un helado a las 4 de la tarde. El anuncio de Nocilla, que sugiere explicar a un abuelo que un Satisfyer no es un termómetro, es un claro ejemplo de cómo se aborda de manera inapropiada la sexualidad en la publicidad, contribuyendo a la sexualización de la infancia. Este bombardeo constante está distorsionando la autoimagen y las expectativas de relaciones saludables entre los jóvenes.